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El maravilloso momento del parto

Y mira que iba con miedo. Con mucho miedo. Mi historial del ordenador está lleno de búsquedas como «cómo son las contracciones», «el dolor del parto»… Y era tal el miedo que tenía a sufrir, al dolor, miedo a lo desconocido que fui más allá en mi estudio buscando «por qué sentimos dolor» y llegué a la siguiente conclusión después de todo ese estudio paranoico sobre el parto. Me di cuenta que si estaba tranquila y dejaba a mi cuerpo hacer su trabajo todo iría bien. Y así fue. 

No quería parir a estornudos

El día 5 de octubre me desperté constipada y me fui al Tesco a comprar limones y miel para hacer té porque no consideraba el trancazo de tal magnitud como para tomar «paracetas». Y noté un pinchazo como de regla. Escribí a mi madre (que es médico de familia) para saber si eran mis ganas de traer ese bebé al mundo o realmente estaba pasando lo que creía que estaba pasando. Me dijo que esperara. Volví a casa y notaba pinchazos de vez en cuando pero no hice caso. Lo bueno de las contracciones es que van y vienen. Lo malo de las contracciones es que no sabes cuándo vienen. Bueno, en mi caso sí: cada vez que estornudaba. Por un momento pensé que iba a parir a estornudos. 

El dolor era cada vez más intenso y las contracciones más fuertes. Al día siguiente tenía revisión en el hospital así que esperé a que me viera la doctora. No había dilatado nada pero la niña estaba «engage» (encajada) y lista para salir. 

La noche fue mala, no voy a mentir. Hasta que me metí en la bañera con agua caliente. Eso no me quitó las contracciones pero si me ayudó a relajarme. 

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Fuente: https://goo.gl/MJwFbP

¡Pobre Taxista! 

Por la mañana estuve sola en casa esperando a que llegara mi acompañante para ir al hospital. No sabía dónde ponerme. Pero me dio por las puertas, cada contracción que tenía me agarraba a la puerta. No sé por qué. Y los días anteriores me dió por estudiar política. Tampoco se por qué. Serán cosas de las hormonas. 

A las 12 salimos de casa y fuimos en taxi. ¡Pobre taxista! Cuando me vio con el barrigón, la sillita del coche (sin bebé), una toalla bajo el brazo y le dije «al St Marys, please» se le cambió la expresión de la cara. 

Yo aguantaba las contracciones como podía. Por un momento pensé decirle al taxista que parara que no podía más. Me  miraba por el retrovisor deseando que no me pusiera de parto en su taxi. Pero ya estaba de parto. Otro momento deseé no estornudar. Pero después de esos momentos dije «vamos a terminar con esto». De todas maneras por mucho que me resistiera el bebé iba a salir me gustara o no. Quisiera o no. 

¿Epidural? ¡Pero si ya tienes 6 cms!

Llegamos al hospital. Me exploraron. Seis centímetros. Entonces la frase fue «you are doing great!» (Lo estás haciendo muy bien). Y al explorarme se rompió (o me rompieron) la bolsa del líquido amniótico. Las contracciones de después sí que eran dolorosas. Pero totalmente controlables porque van y vienen. Es como montarse en una montaña rusa. Ves que la gran bajada va a venir, te va a revolver todo y luego se pasa. Pues las contracciones igual. 

«I want to push» (Quiero empujar)

Me llevaron a mi habitación. Pedí una bañera de agua caliente como lo había hecho en casa. No había. «¿Una ducha?» Eso sí había. Me metí debajo del agua caliente. Y me entraron las ganas de empujar. Y la sensación es de estreñimiento fuerte, vamos de que te cagas y no puedes. Cuando vi que estaba todo el baño lleno de agua salí y la dije a la matrona «I want to push» (quiero empujar) y me dijo «push» (empuja). Y ¿sabéis que hice? Sí. Me agarré a la puerta del baño. ¡Que obsesión con las puertas! 

Parir de pie como las mujeres del Amazonas

Cuando se me pasaron un poco las contracciones anduve hasta la cama, pero me vino una antes de que me diera tiempo a subirme. Así que ahí estaba. De pie. Apoyada en la cama. Sin drogas. Sin vía. Sin nada. Con una fina bata de hospital y dos matronas mirándome el culo desde abajo. 

Jamás estuve tan concentrada. No emití ni un gemido en las dos horas que duró el parto. Simplemente esperaba al siguiente pujo. Pujo por pujo. Muy tranquila. Si una cosa aprendí viendo «One born every minute» es que en el momento que te pones nerviosa te has vendido al dolor. No voy a decir que no es doloroso. Bueno, de hecho no es doloroso, es una sensación muy extraña. Diferente. Pero yo sabía que era finita. Se iba a acabar. Simplemente había que aguantarla. 

Lo que me motivaba es que las matronas cada vez que ponían el dopler ese para escuchar el latido del corazón del bebé, cada vez lo ponían más abajo y esa era la manera que yo «sabía» donde estaba el bebé. Y llegó el momento.

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Fuente: https://goo.gl/SOHEfu

Y salió la cabeza

Y en ese momento yo no era 100% consciente de lo que estaba haciendo, de lo que estaba pasando. Lo que sí sabía es que iba a ser el último empujón. Fueron los segundos más largos. Yo veía la cabeza entre las piernas y escuché a mi suegra que me dijo «Forza filha» (en portugués). Y Sara salió a las 15.22horas del viernes 07 de Octubre de 2016. 

Una experiencia increíble. ¡Dame un bocadillo de Nocilla que voy a por la segunda ronda!

2 respuestas a “El maravilloso momento del parto

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